15 . SEPTIEMBRE . 2013. Lunes.
ARTIEDA. Me despierto pronto. Desayuno con la bella
hospitalera. Será mi imaginación pero veo en sus ojos una mirada de “secuéstrame y llévame contigo”. El
abuelo de la muchacha tiene noventa y dos años y está hecho un chaval. Me
cuenta un montón de cosas y estoy encantado con él. Salimos a la calle, hace un
día estupendo y nos hacemos unas fotos.
 |
Arrimándome para salir en la foto |
Sobre las diez salgo a pedalear. El
paisaje de montaña es como un paraje lunar. Después de una gran subida y un
bosque de pinos llego al puerto de Cuatro Caminos, de 848 metros de altitud.
Allí me encuentro, mira tú por donde, a los tres peregrinos ciclistas cuyas
bicis había visto el día anterior. Charlamos y nos ponemos al día de nuestro
plan, y me hago una foto con ellos sentados al pie del cartel del puerto.
Después, una súper bajada a toda caña. Todos los indicadores de los pueblecitos
en dirección a SOS DEL REY CATÓLICO.
Cuestas y más cuestas. En el arcén de una
curva me paro a comer chocolate y avellanas. Después camino muy penoso para por
fin llegar a UNDUES DE LERDA. Aquí paro a comer. No hay una sola tienda,
nada. Según un chiquillo, “no sale ni en
los mapas”. Por lo visto hay un albergue, que no encuentro pero tampoco busco
demasiado.

La carretera a SANGUESA se termina a los
dos kilómetros y medio. Después comienza un camino de piedras. Subidas algo
penosas. Llego a una bifurcación sin señalizar. Un poco después veo una casa y
pregunto. Son sudamericanos y están arreglando un coche. Por suerte voy bien.
Después de un poco más de camino cabrón comienza la carretera de bajada a
SANGUESA. Por fin allí busco el albergue y sello la credencial. Me encuentro
con un abuelete que se ha escapado del asilo. Después compro un helado y
descanso tras pasar el puente del río Aragón. Hay unas iglesias preciosas de
estilo románico, las vistas son espectaculares.
Pasadas la cuatro me pongo de nuevo en el
camino, dirección a MONREAL. La carretera es bastante buena, con ascensos que
terminan en una súper subida cabrona que me dejan matado. Llego al Alto de
Loiti, de
724 metros. Paro a descansar antes de llegar arriba, completamente desfallecido. Después, un camino de bajada con una pendiente muy pronunciada, y así llego prácticamente sin dar una pedalada hasta MONREAL. Allí me encuentro con los tres ciclistas. Busco el albergue. Cuando lo encuentro aparece ante mí una troupe de lo más pintoresco: un belga con cara de vikingo loco, su novia italiana, tres perros y una mula. No hablan apenas español, pero me entero que vienen de Roma, que nunca se hospedan en albergues sino que se quedan en el campo, en tiendas que llevan en la mula. Nunca montan sobre ella pues solo la usan para acarrear los bultos. El perro mayor lleva unas pequeñas alforjas, sin apenas peso. El perro mediano y el pequeñín van de vacío. Animales y personas son una familia encantadora que solo están en el albergue el tiempo necesario para asearse un poco, coger agua y volver al camino, a buscar donde instalarse su casa.
Pago seis euros al hospitalero y sello la
credencial. Me asomo a un mesón que me da la impresión de mucho lujo así que me
doy la vuelta y busco una tienda de comestibles. En la tienda compro una lata
de sardinas, otra de pulpo, un cacho de queso, tres panecillos, un tomate y dos
yogures caducados. Siete euros.
En el albergue hay: un inglés, dos belgas,
un canadiense y un suizo. ¡Ninguno habla una sola palabra en español!
Una duchita reparadora… ceno y a la
piltra.
 |
Esta auto-foto (hoy selfie) me lo hice tras pasar el alto del Diablo, haciéndole burla al susodicho, poco antes de llegar al Puerto de Cuatro Caminos, pasado el "paraje lunar". |
No hay comentarios:
Publicar un comentario