miércoles, 21 de septiembre de 2016

GRANDES PERSONAJES DE LA HISTORIA (de la historia de Bernitronqui)

TORO EL BRAVO.

Esto fue más o menos lo que yo vi
     Cuando yo tenía catorce o quince años me dio por coleccionar sellos. De modo que un domingo me fui a la plaza Mayor a cambiar mis sellos repetidos. En la plaza Mayor además de sellos también se podían vender y comprar monedas. Había muchos puestos, unos más grandes y otros más pequeños. Pasabas el rato recorriéndolos. Yo estaba paseando por allí cuando de pronto me encuentro a un tipo de lo más pintoresco. Alto, delgado, con unas melenas y unas barbas como yo no había visto en mi vida. Vamos, que no parecía real, parecía salido de unas de mis fantasías extravagantes. Y lo mejor, tenía un puestito que era una mesita en donde había puesto seis o siete monedas antiguas y un libro. Y en la portada del libro estaba puesta una foto de él mismo, exactamente igual a como yo lo estaba viendo. La misma camisa, las mismas barbas y pelos largos, y hasta la misma postura.
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     Me sentí fascinado y le compré el libro. Al irme a casa yo pensaba que había comprado un incunable o algo parecido. Se veía que estaba auto-editado. En el metro empecé a ojearlo y a alucinar. Lo primero era un párrafo de los impresores rechazando cualquier responsabilidad sobre el contenido del libro. Después, empecé a leer y me encantó. El libro se titulaba: “Toro el bravo ha viajado al planeta esferas”
     Hablar sobre el contenido a mí me es imposible. Primero porque no tengo dotes de crítico literario, y segundo porque es tan sumamente loco y denso, que no sabría por dónde empezar. El primer capítulo es genial. Cuenta de forma muy sencilla su vida, cuando era niño y las cosas raras que le ocurrían. Con este primer capítulo me gustaría hacer alguna vez un comic, pues me encanta. El segundo capítulo ya empieza en razonamientos metafísicos y te empiezas a perder un poco, y a partir de aquí ya no te enteras de nada. Empieza a relatar y relatar extravagancias y teorías disparatadas, que por momentos notas como empiezas a desvariar tú mismo, y percibes lo que debe ser perder el sentido de la realidad. Yo me propuse leerlo entero y lo conseguí, pero por poco pierdo la razón. Me aturdió y me fascinó a partes iguales. Alfonso, que se había leído siete veces “Yo, Claudio” y cinco “Raices”, lo estuvo intentando y no lo consiguió. Me dijo que era demasiado denso, que aquel libro era imposible, que no podía seguir con ello. Lo tuvo que dejar.
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     De modo que toda la vida guardé este libro como una pequeña joya, y el recuerdo de como lo había adquirido lo guardé también como una de las anécdotas más molonas. Durante años estuve intrigado sobre quien sería ese “Toro el Bravo”, donde vivía, a que se dedicaba, ¿realmente existía o todo había sido producto de mi imaginación?
     Muchos años después, concretamente veinticinco años después, andaba por el Rastro con unos amigos, cuando un individuo que pegaba carteles por las paredes, de esos de conciertos, se nos acercó. Yo sólo con verlo ya me recordó a Toro el Bravo, pero no, no era él. Lo que pasa es que tenía las mismas melenas y las mismas barbas. A mí estos tipos me encantan y siempre me gusta charlar con ellos. Nos dijo que se llamaba “Angel, espíritu libre”. Traía en la mano un libro de poesías que andaba vendiendo. Yo no podía creer cuanta coincidencia. Por supuesto me apresuré a comprarle el libro. Después, cuando lo estaba hojeando y todavía “Angel , espíritu libre” seguía con nosotros contándonos cosas, le pregunté si él
Una foto de Angel Espiritu Libre encontrada en el Internete

El día que fui a visitar a Toro el Bravo
mismo había hecho las ilustraciones que acompañaban los poemas, que eran de lo más out-sider. Y lo mejor de todo fue su respuesta: “No, las ilustraciones son de Toro el Bravo” Yo no podía creérmelo. Ángel me dijo que si me gustaban los cuadros de Toro el Bravo podía pasarme por Alcalá de Henares, para hacerle una visita. Entonces yo recordé que en la contraportada del libro, efectivamente venía una dirección, pero yo, como atolondrado adolescente que era en aquella época, ni me había imaginado la posibilidad de ir allí.
     Así que una mañana me cojí el cercanías y allá que fui. Y efectivamente allí estaba, con el pelo un poco más blanco pero igual de largo y abundante. La visita a su estudio fue otra experiencia genial. Me mostró todos los cuadros, que cubren completamente las paredes y el techo de su local, me contó que estaba creando un método para ganarse la lotería (tenía hojas y hojas con números anotados), me contó que estaba casado y tenía muchos hijos ya mayores, pero que su mujer no le comprendía. Le compré otro libro de “versículos” que aún no he conseguido empezar a leer y me despedí de él, contento por haber conseguido cerrar un capítulo mágico de mi vida.

Ah!, y me dedicó el libro que un cuarto de siglo antes le había comprado. ¡Toma ya!!
Una ilustración que he hecho en homenaje a Toro el Bravo
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un dibujo de mi cuaderno de entonces


un dibujo de mi cuaderno de entonces

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