22 . SEPTIEMBRE . 2003 . Lunes.
VILLADANGOS DEL PÁRAMO . Me
levanto a las ocho y media. Me lavo cansinamente. Salgo a pasear y todos los
bares están cerrados. No me acordaba que es domingo porque en el viaje se
pierde la noción de los días de la semana. Vuelvo al albergue y pongo a cargar
la cámara. Leo hasta las diez, en que reanudo el camino. En HOSPITAL DE ORBIGO
me paro a tomar un café con magdalenas y escribo.
Palacio Episcopal diseñado por Gaudí. ¡Toma ya ostentación eclesiástica! |
El día está cubierto. Pedaleo con pantalón
largo. Todo es carretera general. Al rato llego a ASTORGA, a la que se sube por
una cuesta muy pina. ASTORGA es bonito, bastante grande. Doy vueltas por la
zona centro. Me llama mucho la atención la cantidad de paralíticos en silla de
ruedas que me voy encontrando. Compro pan, embutido y cerveza y me hago un
bocadillo cerca del museo romano. Converso con una señora. Su perro no desvía
la mirada de mi bocadillo. Debe ser para él muy apetitoso, porque babea. Visito
el palacio episcopal de Gaudí y la catedral. Busco el albergue y sello.
A la salida del albergue, sentada en el
suelo, hay una peregrina de larga melena trenzada y con unas piernas de
espanto. Son las mejores piernas que he visto en todo el viaje. Lleva un
pantaloncito por el que asoman los cachetes del culo. Cuando paso a su lado me
sonríe y me saluda. Yo le sonrío y le saludo también. Está tomando notas, como
hago yo de vez en cuando, y me dan ganas de decirle que la invito a un café.
Pero me callo y sigo andando.
¡Adios, ASTORGA, adios, tus "monumentos" siempre estarán en nuestros corazones... |
Después de tomar un solitario café en un
bareto, encuentro una placita con bancos Me tiro en uno de ellos y por media
hora o así me relajo sin llegar a dormirme. Después me pongo en marcha. En el
camino, los cambios de la bici funcionan mal, no entra el piñón pequeño. Cuando
llevo unos kilómetros veo por el arcén izquierdo de la carretera aquellas dos
piernas formidables unidas a un culo majestuoso. Prieto y proporcionado, la
dueña está haciendo estiramientos. Es la misma peregrina de antes. Los ojos se
me van y la estabilidad de la bici peligra. Cuando paso a su altura, se gira y
me sonríe. Otra vez. Y yo continúo como un tonto, dándole a los pedales.
Entonces, cuando llevo como cien metros,
doy casi un frenazo. No he sido yo sino mi subconsciente, o el cerebro
reptiliano o yo que sé. ¡Qué demonios! Me digo, mientras doy la vuelta y
regreso a donde está la chavala. Cuando llego junto a ella, ésta me mira
perpleja y yo le digo, todo cortado y medio tartamudeando “¿No llevarás grasa para la cadena? (¡Seré
jilipollas, si la tipa va andando!)
Casi con alivio la escucho que responde:
“¿Excuse me?” Estupendo, además de
caminante es guiri. Me mira con unos ojazos azules como diciendo “¿Tú de dónde
has salido?” mientras yo me siento pequeñito y me maldigo por no haber puesto
atención en las clases de Inglés del Instituto. Por fin había llegado el día de
la profecía. La profecía que nos echó el profe cuando decía que algún día nos
íbamos a arrepentir.
Y la diosa normanda otra vez: “¿Do you speak english?” ¿Por qué, Señor, me castigas de esta forma?
Total, que me despido encogido de hombros,
con un “no, sorry, zenquiu, gudbay”
de Harvard y más avergonzado que una mona. ¡Qué desastre, Dios Mío!
Paisaje a la altura de FONCEBADON |
Así que continúo mi periplo. El viento
está en contra y se camina despacio. La carreterilla es estrecha y parece llana,
aunque no lo es y te cansas sin saber cómo. Paso MURIAS DE RECHIVALDO y en
SANTA CATALINA DE SOMOZA, que es un villorrio como el anterior, busco una
fuente sin encontrarla. Estoy seco y sin agua. A un parroquiano que está a la
puerta de su cortijo le pregunto desfallecido que donde puedo llenar la botella
de agua. Mi intención es que entre en su casa y me la rellene él mismo. Pero el
pueblerino me dice, tan fresco: “Ahí, en Ganso, tienes varios caños”. Nada,
a cuatro kilómetros de ná, esto lo supe luego. Menos mal que mi cuadro de
deshidratación no es severo, solamente agudo. Pedaleo de nuevo hasta GANSO. La
distancia se me hace larguísima, cuesta arriba, más seco que una mojama y
acordándome del puñetero paleto y su falta total de escrúpulos. La verdad es
que ha sido culpa mía por no decirle claramente que me llenara la botella de su
jodido grifo.
Paisaje a la altura de RABANAL DEL CAMINO |
Al fin llego. Bebo hasta reventar y
relleno la botella. Hago una foto al Bar Cowboy y continúo viaje hasta RABANAL
DEL CAMINO, donde empieza una cuesta de la leche.
"BAR-LA-BARRACA-LUGAR-TIPICO-IDEAL-EN-EL-CAMINO-BBB-ESPECIALIDAD-EN-SIDRA-NATURAL-EMBUTIDO-CASERO-DESALLUNOS-ECONOMICO-TODO" dice un cartel antes de llegar a GANSO. |
Meson Cowboy en GANSO, al lado el Meson la Barraca |
Desde entonces y hasta llegar a PONFERRADA,
todo son cuestas arriba y cuestas abajo. Como la vida misma. Paso FONCEBADÓN,
que son cuatro casuchas y una taberna “templaria” y llego a la Cruz de Hierro” ¡qué grande!
Una montaña de piedras la cubre. Allí converso con un ciclista francés, un hombre ya bien mayor, con el
cual me había cruzado en varias ocasiones. Hablamos de distancias, de cámaras
robadas, tiramos unos cantos a la cruz y
nos hacemos nuestras respectivas fotos el uno al otro.
El señor mayor francés en la famosa Cruz de Hierro tiene mejores piernas que yo |
Es costumbre arrojar un pedrusco a la famosa Cruz de Hierro |
Continúo. Un poco de cuesta abajo y más
cuesta arriba. Paso por MANJARÍN, que lo único que tiene es un refugio que
figura en el libro. Incluso veo al hospitalero Tomás con más gente. Subo
cuestas y cuestas y llego a un punto en que por fin empiezo a bajar a toda caña,
hasta llegar a EL ACEBO. Este pueblo tiene una calle principal de lo más
pintoresca. Hago fotos. Sigo bajando a toda pastilla y llego hasta MOLINASECA,
donde paro a tomar otro café con las manos congeladas por la bajada ¡Casi
quince kilómetros de bajadas muy pronunciadas!
La calle principal de EL ACEBO llama la atención por pintoresca |
Al fin llego a PONFERRADA. Intento hacer
una llamada desde una cabina. No lo cogen. Así que me voy a dar un garbeo por
la ciudad. Vuelvo a la cabina. Llamo. Hablo. Después busco el albergue.
Castillo y Murallas en PONFERRADA |
Cuando llego a la entrada del albergue, el
corazón me da un vuelco. Agachada, atando la bici a unas barras metálicas… ¡M,
la pamplonica! Cuando me ve se echa a reír y nos damos un abrazo. Hace tanto
que no tengo tan cerca a alguien que inmediatamente siento una presión entre
las piernas. Disimulo, no puede haberlo notado. Sin dejar de charlar sobre
nuestras peripecias, entramos a registrarnos y a dejar las cosas. Quedamos para
después de la ducha para ir a cenar algo.
Selfie en PONFERRADA |
Después de ducharme y ponerme la camiseta
menos arrugada que encuentro salgo afuera. Al rato sale M y echamos a andar sin
rumbo fijo. Por fin nos metemos en una cervecería que se llama “Maes de
Flandes”, que está bastante bien. Cenamos a base de salchichas, chukrut y
cerveza alemana. Los camareros son muy amables.
Salimos de la cervecería y entramos a un
pub, donde nos tomamos un par de pintas de cerveza negra cada uno, marca
Grimbergen. No sé si es por las salchichas, el vinagre del chukrut o quizá la
cerveza que yo empiezo a sentir muy buen rollo y mucha conexión con M. Charlamos
sentados en un sofá muy pegaditos los dos y gesticulando nuestras manos se
entrechocan varias veces. Estábamos hablando de la insoportable levedad del ser
cuando de pronto nos damos cuenta de que nos cierran el albergue a las diez y
media… ¡Y son las once menos cuarto!
Salimos corriendo como locos. Por suerte, el
hospitalero está fregando y con un gruñido nos deja pasar, lo cual nos produce
un nuevo ataque de risa. El resto de peregrinos ya están acostaditos y sólo se
oye algún que otro carraspeo.
Nos
susurramos hasta mañana y cada cual se va a su camastro. Anestesiado por las
cervezas, cierro los ojos y a los cinco minutos estoy dormido.
Excelente ruta, la verdad es que los paisajes de Camino de Santiago son muy bellos, me gustaria ir un dia de paseo.
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