martes, 10 de enero de 2017

CAMINO DE SANTIAGO EN BICI: DIA 9


22 . SEPTIEMBRE . 2003 . Lunes.

VILLADANGOS DEL PÁRAMO  .  Me levanto a las ocho y media. Me lavo cansinamente. Salgo a pasear y todos los bares están cerrados. No me acordaba que es domingo porque en el viaje se pierde la noción de los días de la semana. Vuelvo al albergue y pongo a cargar la cámara. Leo hasta las diez, en que reanudo el camino. En HOSPITAL DE ORBIGO me paro a tomar un café con magdalenas y escribo.
Palacio Episcopal diseñado por Gaudí. ¡Toma ya ostentación eclesiástica!

Un bonito mosaico en ASTORGA que reza:  "Peregrino, que el cansancio del Camino nunca te impida pensar ¿Es lo importante la meta...? ¿No será acaso el encuentro con el monte, con el río, con el rumbo que has perdido... con el mismo dios quizá?
     El día está cubierto. Pedaleo con pantalón largo. Todo es carretera general. Al rato llego a ASTORGA, a la que se sube por una cuesta muy pina. ASTORGA es bonito, bastante grande. Doy vueltas por la zona centro. Me llama mucho la atención la cantidad de paralíticos en silla de ruedas que me voy encontrando. Compro pan, embutido y cerveza y me hago un bocadillo cerca del museo romano. Converso con una señora. Su perro no desvía la mirada de mi bocadillo. Debe ser para él muy apetitoso, porque babea. Visito el palacio episcopal de Gaudí y la catedral. Busco el albergue y sello.

     A la salida del albergue, sentada en el suelo, hay una peregrina de larga melena trenzada y con unas piernas de espanto. Son las mejores piernas que he visto en todo el viaje. Lleva un pantaloncito por el que asoman los cachetes del culo. Cuando paso a su lado me sonríe y me saluda. Yo le sonrío y le saludo también. Está tomando notas, como hago yo de vez en cuando, y me dan ganas de decirle que la invito a un café. Pero me callo y sigo andando.
¡Adios, ASTORGA, adios, tus "monumentos" siempre estarán en nuestros corazones...

     Después de tomar un solitario café en un bareto, encuentro una placita con bancos Me tiro en uno de ellos y por media hora o así me relajo sin llegar a dormirme. Después me pongo en marcha. En el camino, los cambios de la bici funcionan mal, no entra el piñón pequeño. Cuando llevo unos kilómetros veo por el arcén izquierdo de la carretera aquellas dos piernas formidables unidas a un culo majestuoso. Prieto y proporcionado, la dueña está haciendo estiramientos. Es la misma peregrina de antes. Los ojos se me van y la estabilidad de la bici peligra. Cuando paso a su altura, se gira y me sonríe. Otra vez. Y yo continúo como un tonto, dándole a los pedales.
     Entonces, cuando llevo como cien metros, doy casi un frenazo. No he sido yo sino mi subconsciente, o el cerebro reptiliano o yo que sé. ¡Qué demonios! Me digo, mientras doy la vuelta y regreso a donde está la chavala. Cuando llego junto a ella, ésta me mira perpleja y yo le digo, todo cortado y medio tartamudeando “¿No llevarás grasa para la cadena? (¡Seré jilipollas, si la tipa va andando!)
     Casi con alivio la escucho que responde: “¿Excuse me?” Estupendo, además de caminante es guiri. Me mira con unos ojazos azules como diciendo “¿Tú de dónde has salido?” mientras yo me siento pequeñito y me maldigo por no haber puesto atención en las clases de Inglés del Instituto. Por fin había llegado el día de la profecía. La profecía que nos echó el profe cuando decía que algún día nos íbamos a arrepentir.
     Y la diosa normanda otra vez: “¿Do you speak english?” ¿Por qué, Señor, me castigas de esta forma?
     Total, que me despido encogido de hombros, con un “no, sorry, zenquiu, gudbay” de Harvard y más avergonzado que una mona. ¡Qué desastre, Dios Mío!
Paisaje a la altura de FONCEBADON

Una esquela clavada a una cruz de madera en el arcén de la carretera a la altura de Foncebadón: "Don Miguel Angel Rocino Rios, natural de Buenos Aires, murió el 13-11-2000 a los 67 años. Recorriendo el Camino de Santiago. Tu amigo Bladimiro Carreras"
     Así que continúo mi periplo. El viento está en contra y se camina despacio. La carreterilla es estrecha y parece llana, aunque no lo es y te cansas sin saber cómo. Paso MURIAS DE RECHIVALDO y en SANTA CATALINA DE SOMOZA, que es un villorrio como el anterior, busco una fuente sin encontrarla. Estoy seco y sin agua. A un parroquiano que está a la puerta de su cortijo le pregunto desfallecido que donde puedo llenar la botella de agua. Mi intención es que entre en su casa y me la rellene él mismo. Pero el pueblerino me dice, tan fresco:  “Ahí, en Ganso, tienes varios caños”. Nada, a cuatro kilómetros de ná, esto lo supe luego. Menos mal que mi cuadro de deshidratación no es severo, solamente agudo. Pedaleo de nuevo hasta GANSO. La distancia se me hace larguísima, cuesta arriba, más seco que una mojama y acordándome del puñetero paleto y su falta total de escrúpulos. La verdad es que ha sido culpa mía por no decirle claramente que me llenara la botella de su jodido grifo.
Paisaje a la altura de RABANAL DEL CAMINO
     Al fin llego. Bebo hasta reventar y relleno la botella. Hago una foto al Bar Cowboy y continúo viaje hasta RABANAL DEL CAMINO, donde empieza una cuesta de la leche.
"BAR-LA-BARRACA-LUGAR-TIPICO-IDEAL-EN-EL-CAMINO-BBB-ESPECIALIDAD-EN-SIDRA-NATURAL-EMBUTIDO-CASERO-DESALLUNOS-ECONOMICO-TODO" dice un cartel antes de llegar a GANSO.

Meson Cowboy en GANSO, al lado el Meson la Barraca
     Desde entonces y hasta llegar a PONFERRADA, todo son cuestas arriba y cuestas abajo. Como la vida misma. Paso FONCEBADÓN, que son cuatro casuchas y una taberna “templaria” y llego a la Cruz de Hierro” ¡qué grande! Una montaña de piedras la cubre. Allí converso con un ciclista francés, un hombre ya bien mayor, con el cual me había cruzado en varias ocasiones. Hablamos de distancias, de cámaras robadas, tiramos unos cantos a la cruz  y nos hacemos nuestras respectivas fotos el uno al otro.
El señor mayor francés en la famosa Cruz de Hierro tiene mejores piernas que yo

Es costumbre arrojar un pedrusco a la famosa Cruz de Hierro
     Continúo. Un poco de cuesta abajo y más cuesta arriba. Paso por MANJARÍN, que lo único que tiene es un refugio que figura en el libro. Incluso veo al hospitalero Tomás con más gente. Subo cuestas y cuestas y llego a un punto en que por fin empiezo a bajar a toda caña, hasta llegar a EL ACEBO. Este pueblo tiene una calle principal de lo más pintoresca. Hago fotos. Sigo bajando a toda pastilla y llego hasta MOLINASECA, donde paro a tomar otro café con las manos congeladas por la bajada ¡Casi quince kilómetros de bajadas muy pronunciadas!
La calle principal de EL ACEBO llama la atención por pintoresca
     Al fin llego a PONFERRADA. Intento hacer una llamada desde una cabina. No lo cogen. Así que me voy a dar un garbeo por la ciudad. Vuelvo a la cabina. Llamo. Hablo. Después busco el albergue.
Castillo y Murallas en PONFERRADA
     Cuando llego a la entrada del albergue, el corazón me da un vuelco. Agachada, atando la bici a unas barras metálicas… ¡M, la pamplonica! Cuando me ve se echa a reír y nos damos un abrazo. Hace tanto que no tengo tan cerca a alguien que inmediatamente siento una presión entre las piernas. Disimulo, no puede haberlo notado. Sin dejar de charlar sobre nuestras peripecias, entramos a registrarnos y a dejar las cosas. Quedamos para después de la ducha para ir a cenar algo.
Selfie en PONFERRADA
     Después de ducharme y ponerme la camiseta menos arrugada que encuentro salgo afuera. Al rato sale M y echamos a andar sin rumbo fijo. Por fin nos metemos en una cervecería que se llama “Maes de Flandes”, que está bastante bien. Cenamos a base de salchichas, chukrut y cerveza alemana. Los camareros son muy amables.
     Salimos de la cervecería y entramos a un pub, donde nos tomamos un par de pintas de cerveza negra cada uno, marca Grimbergen. No sé si es por las salchichas, el vinagre del chukrut o quizá la cerveza que yo empiezo a sentir muy buen rollo y mucha conexión con M. Charlamos sentados en un sofá muy pegaditos los dos y gesticulando nuestras manos se entrechocan varias veces. Estábamos hablando de la insoportable levedad del ser cuando de pronto nos damos cuenta de que nos cierran el albergue a las diez y media… ¡Y son las once menos cuarto!
     Salimos corriendo como locos. Por suerte, el hospitalero está fregando y con un gruñido nos deja pasar, lo cual nos produce un nuevo ataque de risa. El resto de peregrinos ya están acostaditos y sólo se oye algún que otro carraspeo.
     Nos susurramos hasta mañana y cada cual se va a su camastro. Anestesiado por las cervezas, cierro los ojos y a los cinco minutos estoy dormido.


1 comentario:

  1. Excelente ruta, la verdad es que los paisajes de Camino de Santiago son muy bellos, me gustaria ir un dia de paseo.

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